miércoles, 13 de noviembre de 2013

Pobre jugador

Nunca he sido un gran jugador. Cuantiosas veces no he salido victorioso. Ya me advertían las máquinas tragaperras lo que la vida me iba a reafirmar después: la suerte no está de mi parte. Yo, así de ignorante, seguía jugando a esos juegos en los que no hacía más que perder. El dinero que se iba y no volvía. La esperanza de recobrar todo el dinero perdido. Mi día a día se resume así. Apostando en cosas de las cuales no voy a recobrar todo lo apostado. Pero sigo apostando. Pobre jugador.

Si algo he aprendido es que hay que vivir solo esta vida. La gente va y viene. Cuantas más ilusiones se hace uno, más decepción se lleva. Porque, al fin y al cabo, de una manera o de otra, todos recibimos palos. Todos somos vulnerables a esta vida.

Pero no creas que la felicidad es un sueño inalcanzable. La felicidad es algo reservado para aquellos que hayan admitido que son vulnerables, que tarde o temprano van a sufrir, pero entre sufrimiento y sufrimiento, encuentran alegrías que las convierten en personas felices.

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